La filosofía en Cuba, al igual que en el resto
de los países latinoamericanos, se
cultivó desde la época colonial, en el reducido espacio que
La escolástica no constituía la mejor vía para que la reflexión filosófica alcanzara el vuelo teórico más elevado e independiente.
Ya
desde el siglo XVI en el seno de algunos colegios religiosos de las primeras
villas, además de Santiago de Cuba y
Posteriormente, en especial a partir de mediados del siglo
XVIII, la filosofía en
Los tres principales pilares de la filosofía
de la ilustración en Cuba, José Agustín Caballero, Félix Varela y José de
El
grado de reconocimiento intelectual de estos pensadores cubanos, a quienes ya
desde temprano se les consideró verdaderos filósofos, como lo revela el
discurso pronunciado por José Manuel Mestre en 1861, De la filosofía en
También Enrique José Varona trascendió a otros países por sus Conferencias filosóficas que sobre lógica, ética y psicología pronunció y publicó en la década del ochenta. Una mayor trascendencia por su profundidad y carácter versátil encontró desde temprano la amplia obra de José Martí.
El hecho indiscutible de la reputación filosófica de estos pensadores cubanos del siglo XIX, al igual que Andrés Bello, Juan Montalvo, Eugenio María de Hostos, José Domingo Sarmiento, etc. , ponen en duda la comúnmente aceptada afirmación de que como patriarcas(4) de la filosofía latinoamericana sean solamente considerados los pensadores integrantes de la primera generación que aflora con el nacimiento del siglo XX , entre ellos, José Vasconcelos, Antonio Caso, Carlos Vaz Ferreira, Alejandro Korn, Alejandro Deústua, Enrique Molina, etc.
Este criterio tan estrecho injustamente subestima los aportes a la vida filosófica de aquellos pensadores latinoamericanos anteriores a dicha generación.
La preocupación por destacar la herencia filosófica cubana estuvo presente desde mediados del siglo pasado no solo en José Manuel Mestre. También en Enrique José Varona, Antonio Bachiller y Morales, Manuel Sanguily y especialmente en José Martí.
Sin embargo, ninguno de ellos se planteó la cuestión en el sentido y con la intención con que Alberdi demandó la conformación de una filosofía americana o latinoamericana.
Los pensadores cubanos tenían clara conciencia de que la formulación de sus ideas filosóficas no se producía de manera descontextualizada. En todo momento insistieron en la necesidad de que la vida intelectual de los países latinoamericanos , y en particular de Cuba, -que aun no había logrado su independencia de España-, tuviese un grado de compromiso político social en correspondencia con las aspiraciones emancipatorias y desalienadoras propias de ciudadanos de estados modernos y soberanos.
Martí, convencido de la necesidad de profundizar en el
conocimiento de la historia y la cultura de “nuestra América”, sostuvo el criterio de que “La universidad europea ha de ceder a la
universidad americana. La historia de América desde los incas acá, ha de
enseñarse al dedillo, aunque no se enseñe la de los arcontes de Grecia. Nuestra
Grecia es preferible a
La actitud martiana revalorizadora de la cultura latinoamericana no desdeñaba de ningún modo los valores de la cultura europea o norteamericana, de las cuales era un profundo admirador el héroe nacional cubano. Pero su interés radicaba en acentuar la importancia científica e ideológica, de que se estudiara la historia y la “cultura” de nuestra América, a fin de contrarrestar aquella excesiva admiración por el mundo anglosajón que el positivismo predominante había estimulado y actitud esta que Rodó calificó como nordomanía.
El incremento de la penetración cultural de los Estados Unidos de América a partir de su intervención militar en la guerra hispano-cubana y su permanente ingerencia a través de los gobiernos nacionales corruptos, dieron lugar a que durante las dos primeras décadas se descuidase la atención sobre los temas vinculados a la tradición filosófica nacional. En esta época hasta el propio Varona, a tono con su distanciamiento de la actividad filosófica más fecunda de fines del siglo XIX, disminuyó considerablemente sus expresiones valorativas respecto a los pensadores nacionales.
Solo esporádicos intentos como los de Medardo Vitier, quien en 1911 publica Martí, su obra política y literaria, y Sergio Cuevas Zequeira con sus libros El Dr. Enrique José Varona (1917) y El padre Varela, contribución a la historia de la filosofía en Cuba (1923) se destacaron en esa recuperación de la herencia filosófica nacional algo antes que la generación intelectual de la década década crítica.
En esta época se destacó el Grupo Minorista - integrado entre otros por Alejo Carpentier, Jorge Mañach, Juan Marinello, Raúl Roa, Emilio Roig de Leuchsering, etc.- el cual se caracterizó por insistir en la reivindicación de la cultura cubana y en particular en la obra de José Martí como arma de lucha antimperialista. Este hecho se puso de manifiesto en el interés del marxista Julio Antonio Mella por que se profundizase en el pensamiento de Martí.
Medardo Vitier se convirtió en uno de los más importantes estudiosos de la herencia filosófica nacional. En sus libros sobre Varona escritos en los años veinte y treinta, pero en especial en sus significativas obras para el tema en cuestión Las ideas en Cuba (1938) y La filosofía en Cuba (1948) insistía en la necesidad de estudiar la especificidad (6) de la evolución intelectual de los países latinoamericanos. A la tarea de diferenciación y valoración de la producción filosófica cubana dedicó la mayor parte de su vida.
Por los años cuarenta Jorge Mañach reclamaba que para lograr una filosofía cubana había que lograr “un esfuerzo por pensar con cabeza propia y no limitarse a exponer glosar el pensamiento” (7). Aquellas preocupaciones por intentar que la filosofía en los países latinoamericanos consolidase el necesario prestigio intelectual en el ámbito internacional y dejase de ser considerada una simple mímesis de la filosofía europea se incrementó considerablemente por esa época en todo el continente. Ese espíritu se puso de manifiesto con el nacimiento de las sociedades nacionales de filosofía y numerosos congresos dedicados al tema.
Los años que aproximan al siglo XX a su mitad coinciden
en Cuba con el incremento considerable en la actividad filosófica. Este hecho
se confirma con la aparición de
La mayor parte de las principales corrientes
filosóficas que circulaban en la esfera internacional durante la primera mitad
del siglo XX tuvieron algún espacio en Cuba en diferente grado en esa época . Tanto la filosofía de la vida, la fenomenología, el
existencialismo, el neotomismo y el
marxismo así como en menor medida la filosofía de la ciencia
encontraron cultivadores en
El marxismo, aunque no encontraba espacios muy favorables en aquellas instituciones filosóficas, buscaba sus vías propias a través de las publicaciones y actividades del partido comunista, así como en la vida política en general.
En las tres universidades existentes a mediados de los cincuenta (
El ambiente de la postguerra significó a escala internacional una confrontación ideológica con la “guerra fría” de la que la vida filosófica no podía escapar. Un agudo espíritu anticomunista influyó en la poca recepción de la filosofía marxista en los predios académicos.
La oleada antipositivista que se había producido en toda Latinoamérica desde principios de siglo también repercutió en la vida filosófica cubana. Este hecho tuvo que ver con la poca recepción de la filosofía analítica en Cuba en la época en que esta gozaba de auge en Europa y Norteamérica y comenzaba a encontrar cultivadores latinoamericanos.
La década del cincuenta se había iniciado en el ambiente filosófico cubano con grandes pretensiones de articular la vida filosófica nacional con los temas y corrientes principales en circulación en la esfera internacional, pero a la vez con la recuperación de la memoria histórico-filosófica.
Tanto el centenario del nacimiento de Varona en 1949 como el de Martí en 1953, constituyeron justificado motivo para congresos y publicaciones especiales en los que se abordaron las ideas de ambos pensadores, así como el tema ¿ es posible una filosofía americana?. Esta preocupación afloró con mayor frecuencia por esos años, pues no existía consenso de que se hubiese llegado a la elaboración de una filosofía propiamente americana.
Esto se aprecia en el siguiente cuestionamiento de Fausto Masó, quien en 1956 planteaba: “Es lógico suponer que el americano hará filosofía. A la larga todas las creencias sucumben, y si el hombre, -el americano- es sincero y acepta la vida, la vida en todas sus posibilidades, tendrá que dar razón de ella y reconocer en la razón -la cultura, la filosofía- una de las formas de vida más alta posible; pero cada forma de vida tiene su hora y su sentido; adelantarla es falsificarla, negarla. ¿Habrá llegado la hora de filosofar en América? ¿Será esa la tarea de nuestro momento?”(8) De tal modo daba muestras de su inseguridad al respecto.
Frente a esa posición se levantaba una corriente mucho más segura de la existencia de la misma al evaluar los resultados del V Congreso Interamericano de Filosofía, efectuado en Washington en 1957, que sostenía : “... a los así escépticos hay que responderles que la filosofía americana existe de hecho en cuanto se manifiesta en diferentes formas de su actividad como son la docencia, el libro, las revistas y estas periódicas reuniones donde los hombres que han nacido y se desenvuelven espiritualmente en el continente americano llevan a cabo una labor intelectual que tiene sus matices propios, como inevitable resultado de estar hecha por quienes, en cuanto sujetos pensantes, poseen una idiosincrasia que les viene impuesta por esa misteriosa e indefinible complejidad que es a todas luces el medio ambiente. [...] Los congresos filosóficos americanos son, pues, la mejor desmentida al escepticismo de quienes entienden que no hay filosofía en América. No solo la tenemos, porque estamos constantemente dando pruebas de que podemos hacerla, sino que ya estamos dando cierto preciso perfil propio a nuestras concepciones filosóficas”(9). Esta era la posición que contaba con mayores defensores.
La tesis de que no era prudente continuar debatiendo el asunto de la existencia o no de la filosofía americana o latinoamericana, porque esta era un hecho evidente e indiscutible, fermentó también por esos años en Cuba.
El interés por caracterizar los rasgos de la filosofía latinoamericana se apreció, entre otros, en Rafael García Bárcena, quien se opuso a aquellos criterios que sostenían la falta de rigurosidad de la producción filosófica latinoamericana debido a sus tintes literarios o políticos. El filósofo cubano, por el contrario, destacaba el aspecto positivo (10) que significaban tales particularidades esteticistas y emocionales del pensamiento filosófico latinoamericano.
Un cultivador fecundo de mediados de este siglo de los
estudios del pensamiento filosófico cubano fue Roberto Agramonte. Además de sus
libros sobre Enrique José..Varona y José .Agustín Caballero, impulsó la edición de
Al hacer un balance de la misma apuntaba: “Nuestra generación ha entrado en el vórtice de esta fase. Ha presenciado dos guerras mundiales en el mundo político. En lo filosófico se muestra una preferencia por los problemas de la filosofía de la vida, por la doctrina de los valores muy asible para reenquiciar una época de crisis como la nuestra, al menos en la órbita inasible del pensamiento; por un mayor calado en los temas de la filosofía humanista, al considerar el hombre como la instancia suprema de todo meditar; y un interés marcado por la cuestión de la filosofía de y para América, de y para Cuba. También en el tapete filosófico se han colocado y meditado los problemas del pragmatismo, la fenomenología y el existencialismo”(11) .
Indudablemente la cuestión de la filosofía latinoamericana ocupó un lugar especial en el debate teórico cubano de los años cincuenta coincidiendo con similares preocupaciones manifestadas en México, Perú, Argentina y otros países latinoamericanos.
Uno de los rasgos reconocido y estimulado por los mejores representantes del pensamiento cubano fue el grado de compromiso político de sus representantes más destacados. García Bárcena al elogiar a Varona indicaba que ” Lo más significativo de la tradición filosófica cubana es que ninguno de sus próceres se dedicó al puro filosofar, dando la espalda a las urgencias vitales de la nación”(12).
Nadie mejor que García Bárcena para sostener y
ratificar con su ejemplo este criterio, pues su prestigio intelectual que le
llevó a dirigir
Sin embargo, no fue esa la actitud más común a aquella prestigiosa generación filosófica cubana de los años cincuenta. Una parte significativa de ella se distanció de las urgencias nacionales. Asumió una postura indiferente ante la dictadura de Batista. Posteriormente su hostilidad al proceso revolucionario por su carácter socialista les condujo al exilio.
Múltiples habían sido los factores que incidieron en la reanimación filosófica cubana de mediados del siglo XX. A juicio de uno de sus principales gestores, Humberto Piñera Llera” En la restauración de la filosofía en Cuba intervienen por lo menos tres factores, los cuales son: 1) una generación inequívocamente atraída por el saber principal; 2) el ambiente propicio, tanto en América como en Europa: 3) el desplazamiento ya señalado de considerable número de pensadores europeos, que contribuye al robustecimiento de la filosofía en nuestro continente.”(13). Efectivamente estos tres factores estuvieron presentes de algún modo en este fenómeno de reactivación, pero no se valoran adecuadamente las nuevas condiciones histórico nacionales de cierta estabilidad democrática en Cuba durante ese período desde fines de la década del treinta hasta inicios de la del cincuenta.
En la obra filosófica de Piñera Llera se conjugaron los temas gnoseológicos y axiológicos del más alto nivel de reflexión en su perspectiva existencialista con su preocupación por la investigación sobre el desarrollo de la filosofía en Cuba. Su mejor muestra fue su libro Panorama de la filosofía cubana (Washington 1960) en el que efectuó un balance de los estudios sobre el devenir filosófico cubano y entre ellos, además de los más conocidos como los de Vitier y Agramonte, destaca los de Antonio Hernández Travieso, Rosario Rechach, Rosaura y Mercedes García Tudurí, Máximo Castro Turbiano y, con razón, su propia labor.
Es indudable que la huella en Cuba y en otros países
latinoamericanos de prestigiosos
intelectuales españoles a la caída de
La labor de
María Zambrano en Cuba en el estudio de las ideas de Ortega y Gasset , así como
la presencia de José Ferrater Mora y las visitas a
La insistencia de Gaos en la profundización del estudio del pensamiento en lengua española, y la acogida por parte de Zea de esta convocatoria, así como por parte de un conjunto de intelectuales latinoamericanos -a fin de profundizar y divulgar la historia de las ideas en América Latina-, también encontró cultivadores en Cuba.
Entre ellos Pedro Vicente Aja, quien proclamó “la necesidad de profundizar en nuestra evolución interna -vale decir: en el tramado ideológico- de escribir la historia de nuestra cultura” (14), por lo que le dedicó atención a las ideas filosóficas de Rafael Montoro.
Así se hizo común que la mayor parte de las publicaciones filosóficas de la década del cincuenta le dedicara algún espacio a la herencia filosófica nacional y a su articulación con la de otras latitudes, como hizo Rosaura García Tudurí respecto a la influencia de Descartes en Varela. (15).
Los temas frecuentados por los filósofos cubanos en esa época eran muy variados. Problemas
epistemológicos y axiológicos ocuparon
un lugar importante, así como temas de filosofía de la cultura, la democracia, la educación y la paz
que fueron auspiciados para su publicación por la oficina cubana de
La participación de cubanos en los congresos internacionales de filosofía en el extranjero así como el incremento de eventos y publicaciones en el país constituyen un testimonio de la prolífica vida filosófica nacional de esos años.
La enseñanza de la filosofía no se limitaba a las universidades, pues tanto en colegios privados, seminarios religiosos, como en los institutos de bachillerato esta disciplina ocupaba un lugar significativo en la preparación de los alumnos.
Era frecuente la utilización de textos de autores españoles como Julián Marías o Manuel García Morente, pero también de autores cubanos como Ignacio Lasaga, Humberto Piñera Llera y Mercedes y Rosaura García Tudurí, entre otros. Algunos de estos manuales de filosofía se continuarían utilizando durante algunos años en la enseñanza de bachillerato en otros países latinoamericanos hasta fecha reciente.
En la actividad filosófica incursionaban con frecuencia prestigiosos intelectuales que
cultivaban otras disciplinas humanísticas y científicas. En esos círculos fueron reconocidos Raúl Roa, profesor de
historia de las ideas políticas, quien llegó a ser miembro de honor de
El triunfo de
La desaparición de las universidades privadas y colegios privados con la nacionalización de la enseñanza, unidos al incremento paulatino de los estudios del marxismo a tono con la declaración del rumbo socialista del país, condujeron a que la definición ideológica se hiciera más clara en el seno de la actividad filosófica cubana.
La mayor parte de los miembros de
La revolución, desde sus primeras manifestaciones,
había revelado sus profundas raíces martianas, es decir, antimperialistas,
antiracistas, latinoamericanistas, democráticas y humanistas. Era lógico que en
las nuevas circunstancias se estimulara mucho más el estudio de la versátil
obra martiana y se tratase de justipreciar su magnitud filosófica. En 1960
Otros estudiosos cubanos de la obra martiana profundizaron en el valor de sus ideas filosóficas en las nuevas circunstancias. Juan Marinello concluía en 1962 que :” No arrancaba Martí de las concepciones materialistas que hoy empujan nuestra Revolución , pero en un sentido general, en su último desideratum, pugnaba por la realidad social que estamos construyendo” (16).
Roberto Fernández Retamar puntualizaba también por aquellos años que “Martí no fue un filósofo, en el sentido estricto del término, pero sí sin la menor duda , un pensador, uno de los más altos del tercer mundo. Además hay en su obra constantes barruntos plenamente filosóficos, los cuales dejó abiertos, esbozados”(17). Más que la determinación estricta de la filiación filosófica martiana lo que interesaba era la validez de sus ideas para la construcción de la nueva sociedad cubana. Por eso a continuación acentuaba “ El pensamiento de Martí es la conciencia de sus actos, como en todo pensador verdadero” (18).
A inicios de los sesenta
El necesario acercamiento ideológico y
político-económico al entonces campo socialista, encabezado por
La nueva sociedad que se deseaba forjar demandaba una nueva generación filosófica y emprendió esa misión con los éxitos y desaciertos que siempre acompañan a los gestadores de grandes empresas.
Era plenamente comprensible que existiendo un referente
tan atractivo como el entonces existente
campo socialista -coincidente en muchos de sus logros con los objetivos de
También era comprensible que se demandara una nueva interpretación de la historia de Cuba desde la perspectiva de la concepción materialista de la historia, que con anterioridad había sido cultivada esporádicamente por algunos estudios, como expresaba José Antonio Portuondo en 1963, “mostrando a la luz del marxismo-leninismo, la acción recíproca entre las bases económicas de nuestra historia y el proceso de superestructura cultural de la nación. Así se entenderá mejor la significación de las figuras señeras del pensamiento cubano -Arango, el P. Caballero, Varela, Saco, Luz, Delmonte, Pozos Dulces, Martí, Sanguily, Varona-, en función dialéctica de sus propias circunstancias históricas” (19). Y para esa labor no bastaban los intelectuales marxistas de la época anterior. Era imprescindible crear una nueva generación formada en esa concepción.
La intención de construir una nueva generación filosófica marxista que pudiese emprender esa tarea la expresaba el propio Portuondo - profesor de estética, conocedor de la obra martiana y participante por esos años en varios congresos internacionales de filosofía-, cuando sostenía: “La revolución por su parte, está elaborando con ayuda de los países socialistas, sus propios filósofos orgánicos, forjados en el marxismo-leninismo”(20).
El proceso de implantación marxismo-leninismo como filosofía oficial y por tanto predominante en el ambiente académico cubano fue gradual y
no dejó de encontrar algunas resistencias. En primer lugar tuvo que superar el
arraigado obstáculo del anticomunismo, tan enraizado en Cuba como en otras partes. A la vez ese proceso significó una confrontación ideológica con las ideas
religiosas y en especial con
En la evolución de las ideas marxistas a escala internacional se habían producido varias crisis producidas por la
aparición de discípulos heterodoxos que, sin abandonar las tesis fundamentales
de esta filosofía, se oponían a las
interpretaciones dogmáticas que aparecían en manuales provenientes de
Los nombres de Trotsky, Lukacs, Gramsci, Sartre, Althusser, Marcuse, etc. - la mayor parte de ellos excomulgados por la intelectualidad soviética-, junto a los de Marx, Engels y Lenin, se hicieron comunes en el mundo intelectual cubano de los sesenta. En esos momentos también comenzaba a valorarse la dimensión teórica de las ideas de algunos de los líderes de la propia Revolución.
La publicación de las obras de estos y otros autores se
debió al esfuerzo del Instituto del Libro creado por
Algunos debates que se produjeron en los sesenta al respecto contribuían a estimular el espíritu creativo y antidogmático en el seno del marxismo. A la vez tomaban fuerza los manuales soviéticos de materialismo dialéctico e histórico, economía política y socialismo científico que propugnaban una interpretación simplificada de la realidad, con el pretexto de ser escritos algunos de ellos para la comprensión de las grandes masas, aunque en realidad se desvirtuaba el contenido científico y de alto vuelo intelectual que ha caracterizado a los más altos representantes de esa concepción del mundo.
Investigaciones venideras deberán demostrar si es acertado o no considerar que durante las décadas del sesenta y el setenta en Cuba los estudios sobre el pensamiento filosófico cubano y latinoamericano, propiamente, -con la excepción del martiano- menguaron en comparación con época anteriores y posteriores, como parece ser, aunque no se manifestase esa tendencia en otras expresiones del pensamiento cubano (político, histórico, literario, científico, etc.) los cuales incluso se incrementaron considerablemente.
Esto no significa que se hubiesen abandonado totalmente las investigaciones sobre la filosofía en Cuba y Latinoamérica, pero tampoco ocupaban el nivel de atención que se había apreciado durante las décadas del cuarenta y el cincuenta, ni el que alcanzaría a partir de los años ochenta hasta nuestros días.
El rasgo eurocéntrico que hasta el momento había evidenciado la tradición marxista no propiciaba que se estimularan las investigaciones sobre la tradición filosófica cubana o latinoamericana.
Generalmente la intelectualidad marxista a nivel mundial ha acentuado el origen y desarrollo por parte de europeos de esa teoría, subestimando los aportes a la misma de pensadores de otras latitudes.
No era este el caso del discurso político prevaleciente
en esa etapa de
La empresa revolucionaria que el pueblo cubano iniciaba
en esa paradigmática, a nivel mundial, década de los sesenta, exigía recuperar lo mejor de la memoria cultural y política de la tradición cubana. Cualquier aporte
académico en ese sentido era extraordinariamente valioso, como fue la
continuación de la publicación en los
sesenta de
Lo mejor de la intelectualidad cubana identificada con el proceso revolucionario se dio a la tarea estimular el estudio de la herencia cultural nacional, aunque consciente de que “La obra de los pensadores y artistas del siglo XIX - nuestro siglo clásico, en cierto modo- , inspira como antecedente fecundo lo que ahora se realiza; pero los grandes hechos de la hora presente ofrecen magnitudes y trascendencia que no pudieron imaginar los maestros de ayer” (23). Esto significaba que la nueva época debía gestar sus propios pensadores cuyo grado de autenticidad les hiciese corresponder con las exigencias de la nueva época, aunque se inspirasen en las paradigmáticas figuras del pasado.
El liderazgo de ese programa de recuperación de la memoria histórica no se encontraba propiamente en los círculos filosóficos. Y este hecho obedece a varias razones.
Con
Se mantuvieron los departamentos de filosofía en cada universidad - que en algunos casos fueron denominados de filosofía marxista-leninista-, y se generalizó en todas las carreras universitarias la enseñanza del materialismo dialéctico e histórico, así como la economía política y la teoría del socialismo o el comunismo científico, en correspondencia con las asumidas tres partes integrantes del marxismo.
En la actividad investigativa del Instituto de
Filosofía de
La acelerada formación de licenciados y doctores en
filosofía a partir de los años setenta en
En tanto, el estudio de la filosofía contemporánea, por lo regular, se efectuaba sobre la base de interpretaciones- de las traducciones al ruso de sus versiones- efectuadas por autores soviéticos. A la vez el desconocimiento de muchos de los representantes del llamado marxismo occidental era significativo.
En los estudios de historia de la filosofía se le
prestaba generalmente mucha más atención a los pensadores de los pueblos que
conformaban
Lógicamente, los licenciados en estos estudios que regresaban a Cuba e iniciaban su labor docente e investigativa se caracterizaban por su limitado conocimiento de la producción filosófica nacional y continental, que fueron superándose significativamente al percatarse de tal insuficiencia en su formación intelectual. Algunos de estos han llegado incluso a destacarse por sus investigaciones sobre determinados aspectos de la filosofía latinoamericana, aunque otros mantienen esa insuficiencia en su formación intelectual..
Otro de los factores que pudo haber incidido en la relativa desatención en los estudios sobre la filosofía cubana anterior fue el triunfalismo materialista que predominaba en la época , según el cual todo idealismo, además de erróneo se encontraba en franca retirada del escenario filosófico mundial.
Dado que era común caracterizar a los filósofos cubanos decimonónicos y de la etapa prerevolucionaria, así como a los latinoamericanos en sentido general como idealistas, muchos pensaban que no se justificaba dedicar esfuerzos a estudiar “filosofías moribundas”, en tanto que otros se dedicaron a “descubrir” materialistas por doquier.
Era común en esa época el siguiente criterio: “El pensamiento marxista-leninista (...) avanza y triunfalmente gana posiciones , aliado con los resultados de la ciencia. (...) El pensamiento idealista se ve a la defensiva, en una retirada que pretende conservar sus posiciones básicas”. (25). La filosofía idealista era caracterizada muchas veces de forma simple como agnóstica, decadente y reaccionaria.
La historia hoy se repite, pero en sentido inverso. Con la crisis del socialismo real y el marxismo, el auge del nihilismo, el escepticismo y el idealismo filosófico a escala internacional en general, muchos ilusos piensan que el materialismo y con él, el marxismo ya no tienen futuro ni razón de ser. La historia también se encarga en su momento de revelar cualquier tipo de hiperbolización. Anteriormente fue la del triunfalismo materialista y del socialismo, ahora es la del idealismo subjetivista y empirista y el neoliberalismo. Este es un fenómeno internacional y en Cuba aunque se mantiene el predominio del marxismo respecto a otras posturas filosóficas, tampoco es absolutamente inmune a los vientos postmodernos.
A esto se añade el hecho que en determinados círculos
académicos cubanos continuaba pesando el criterio que la filosofía había que
estudiarla exclusivamente a partir de pensadores de algunos países europeos o
norteamericanos, a los que en aquellos momentos se le podía añadir los de
Estos, entre otros , fueron algunos de los factores que incidieron en que los estudios sobre el pensamiento filosófico cubano y latinoamericano no alcanzasen un mayor reconocimiento en el ambiente académico del país durante las décadas del sesenta y el setenta.
En la evolución de la filosofía cubana parece dibujarse una especie de tendencia pendulante entre posiciones materialistas e idealistas. Si la segunda mitad del siglo XIX prevaleció el positivismo sui generis, del que Varona fue su máximo exponente, conjugado con formas del materialismo científico natural, al iniciarse el siglo XX la oleada antipositivista estimula el idealismo junto al irracionalismo y el fideísmo, que fueron predominantes hasta mediados de este siglo.
Con la orientación socialista que tomó
En la última década de este siglo, acompañando a la crisis del “socialismo real” y el grado de afectación del prestigio del marxismo, algunos piensan que nuevas formas de idealismo, escepticismo, nihilismo, fideísmo, e irracionalismo con tintes posmodernistas, toman posiciones también en el ambiente intelectual cubano del mismo modo que se aprecia tal tendencia a escala internacional.
En realidad en los noventa el marxismo trata de recuperarse y desvincularse de las interpretaciones dogmáticas que durante varios años fueron comunes en el ambiente filosófico cubano. Sin renunciar al contenido dialéctico, materialista, revolucionario y humanista que forman parte de su posible núcleo duro (26), en articulación con las ideas económicas, sociológicas, políticas, etc., de esta teoría, una parte considerable de la intelectualidad en el país en los momentos actuales trata de ponerse a tono con los avances de las ciencias y el pensamiento del mundo contemporáneo, así como continuar fundamentando la praxis revolucionaria cubana.
A pesar de estos factores adversos, siempre hubo
espacios en los que se mantuvo vivo el
interés por estos temas.
La conmemoración del inicio los Cien años de lucha del pueblo cubano, -pues en 1868 se iniciaron las guerras por la independencia
del país-, motivó que en 1968 se le dedicara atención a algunos de los
destacados pensadores cubanos. Isabel Monal, profesora del Departamento de Filosofía de
A ella se deben también valiosos estudios de periodización y caracterización de las corrientes del pensamiento filosófico latinoamericano. En especial sus investigaciones sobre la escolástica en esta región le condujeron a considerar como reformismo electivo las transformaciones paulatinas que se produjeron en el siglo XVIII con la articulación al pensamiento moderno y arriba a la conclusión que “es pues quizás con aquellos ponderados reformistas que se puede comenzar a hablar de un pensamiento propiamente latinoamericano...”(29). En los últimos tiempos además de sus trabajos sobre el desarrollo del marxismo en general, Isabel Monal ha prestado especial atención al devenir de esta teoría en el espacio intelectual cubano.
Las raíces y particularidades del pensamiento filosófico cubano y latinoamericano han sido objeto de reflexión en estos años de la época revolucionaria por intelectuales que desde distintas perspectivas y disciplinas han tratado de encontrar, y han podido hacerlo, un tesoro de ideas humanistas que inspiran las nuevas transformaciones que aun hoy exigen los pueblos de nuestra América.
Alejo Carpentier declaraba en 1961 que “ Más aun, no podemos sino contemplar con alguna nostalgia la solidez de un humanismo latinoamericano (El subrayado es nuestro P.G.), que, en años a menudo terribles por la proliferación de dictadores , el encubrimiento de los caudillos bárbaros, y la frecuencia de las asonadas militares, propiciaba los más fecundos y generosos intercambios de hombres valiosos, nacidos en vecinos países del continente, a los cuales se confiaban las más altas responsabilidades culturales.”(30). Ese humanismo práctico es el que se puede apreciar en Bolívar o en Martí,(31) , así como en otros destacados pensadores de estas fecundas tierras.
Así “el hallazgo de un hilo conductor que marca el camino progresista del pensamiento cubano: Varela, Mestre, Luz, Martí, Varona, “ha sido una de las preocupaciones de Carlos Rafael Rodríguez (32), quien ha dedicado análisis específico a cada una de ellas.
La dimensión ética del pensamiento cubano ha sido motivo de reflexión en Cintio Vitier como se aprecia en su libro Ese sol del mundo moral, en el que aun cuando no haya pretendido una “indagación filosófica”(33), ni tampoco histórica se confirma para bien la idea que no siempre los deseos de los autores se realizan en los resultados de sus obras. También Julio Le Liverend ha profundizado en la articulación entre eticidad y pensamiento político cubano (34).
Armando Hart (35) coincidente con dicha articulación ha insistido en la forma en que se ha enlazado la tradición democrática y el socialismo en el proceso histórico cubano.
Desde los primeros momentos en que se apreció la orientación socialista de la revolución hubo marcado interés por estudiar los antecedentes del pensamiento socialista en Cuba. Eso lo atestiguan algunos estudios panorámicos sobre el anarquismo (36) y el socialismo utópico como los de Rivero Muñíz (37), y otros estudios más específicos sobre algunas de sus figuras más representativas como los de Carlos del Toro sobre el socialista utópico Diego Vicente Tejera (38). Las investigaciones sobre representantes del marxismo como Carlos Baliño, han sido desarrolladas por Carmen Gómez en Baliño, primer pensador marxista cubano (1985), tesis que ha sido cuestionada por Jorge García Angulo al presentar a Ricardo García Garófalo en esa pionera condición(39).
A mediados de los setenta se conformaron en el país algunos grupos de investigación filosófica interesados por especializarse en el pensamiento cubano y latinoamericano.
En esa década el autor del presente trabajo realizó una
investigación sobre las particularidades del positivismo en Cuba,(40) en especial en la
obra de E.J. Varona junto a otras figuras de la cultura cubana en la que acentuaba el carácter progresista
y sui géneris de esta corriente filosófica en el contexto nacional. El
análisis de las ideas ateístas, éticas, políticas y sociológicas de Varona
permitieron diferenciar el carácter de sus ideas socialdarwinistas de las
posiciones racistas usualmente vinculadas a esta concepción. Las concepciones gnoseológicas de Varona
fueron objeto de estudio de Edel Tussel,
quien reveló la forma en que el pensador cubano superó el subjetivismo y el
agnosticismo propios de esta corriente de pensamiento. Un momento de avance en tales
investigaciones lo constituyó la creación a fines de esa década en
Los principales resultados de este trabajo consisten en una caracterización de las ideas de los principales intelectuales que de distinto modo cultivaron el saber filosófico en el país durante ese período y la determinación de las etapas fundamentales, líneas ideológicas, corrientes filosóficas, temas y problemas de investigación, así obras y publicaciones periódicas más significativas de la vida filosófica nacional de ese período.
Por esa misma época surgen en el Instituto
de Filosofía de
También en
A fines de los setenta produjeron las primeras graduaciones de licenciados en filosofía formados se supone de acuerdo a la concepción marxista-leninista. . Resulta muy significativo que entre los temas de un grupo de las tesis aparezcan al menos algunos relacionados con algunos pensadores cubanos como Luz y Caballero, Martí, y Varona.
A inicios de los ochenta se logró la coordinación de todos los grupos existentes en el país para la elaboración de dos obras de colectivos de autores: una historia de la filosofía en Cuba y una historia de la filosofía en América Latina.
El desarrollo de estas investigaciones
coincidió con los intereses del Instituto de Filosofía de
Con esos objetivos se sistematizaron e
intensificaron las discusiones de resultados parciales de investigación,
algunos de los cuales comenzaron a publicarse en
En esa labor desempeñó un liderazgo
significativo Zayra Rodríguez Ugidos, quien anteriormente se había dedicado a
estudios sobre filosofía clásica alemana y lógica dialéctica, así como a otros
temas sobre la naturaleza de la filosofía marxista. Posteriormente orientó también
su interés hacia temas como el
althuserianismo en México, como se aprecia en su obra Filosofía, Ciencia y Valor (1985) y algunos problemas gnoseológicos en
José de
Lamentablemente su muerte accidental, junto
a la de Ileana Rojas Requena, quien también orientaba su interés junto a Daysi
Rivero por Justo Sierra y la filosofía positivista en México (1987) produjeron una sensible pérdida en la vida filosófica cubana de los últimos
tiempos. De este último trabajo junto a
otros estudios de Lourdes Rensoli, sobre El positivismo en Argentina, publicado por
Múltiples fueron los resultados de aquel intento no concluido de escribir una
historia de la filosofía en América Latina. La cantidad fue tal que
Entre esos trabajos se encuentran los de Rigoberto Pupo sobre las ideas filosóficas de Antonio Caso, Eli de Gortari, Adolfo Sánchez Vázquez. Posteriormente Pupo ha publicado otros estudios sobre las ideas filosóficas de Martí. Marta Martínez Llantada abordó el pensamiento de José Vasconcelos y otros autores se dedicaban a otros pensadores y temas latinoamericanos. Es apreciable que en los ochenta se incrementa el número de libros relacionados con el desarrollo del pensamiento latinoamericano y cubano.
En 1984 aparece La filosofía clásica alemana en Cuba (1841-1898) de Antonio Sánchez de Bustamante y Montoro, en el que además de analizar la distinta recepción de Kant en Varela, Luz y Perojo, así como de Hegel en Montoro y otros cubanos ilustres se detiene en los intentos de penetración del krausismo en este país.
Se
publica también en 1984, Félix Varela. Su pensamiento político y su época de Olivia Miranda, quien se ha destacado por varias investigaciones sobre el
desarrollo de la filosofía en Cuba. En tal sentido es muy meritoria su labor en la obra colectiva del Instituto
de Literatura y Lingüística: Perfil Histórico de las letras cubanas desde
los orígenes hasta 1898 , publicado en 1983. Especial atención le ha otorgado a Ecos de
Un
balance de los estudios sobre el pensamiento cubano y la filosofía
latinoamericana alcanzados en los últimos años en Cuba debe tomar en consideración también los
alcanzados por el grupo de
En esta obra colectiva se llegó a la conclusión que :” La filosofía de la liberación tiene una dimensión básicamente antropológica y humanista. Aun cuando en los momentos ontológicos, epistemológicos y axiológicos afloran con necesaria frecuencia en los discursos de sus representantes, esto sólo se hace en función de contribuir a una mejor comprensión de las particularidades de la esencia humana expresada de modo concreto a través de las condiciones de existencia del hombre latinoamericano contemporáneo, para de ese modo establecer las vías efectivas de liberación social. Lógicamente tal análisis se efectúa con la utilización del aparato categorial de otras filosofías, como ya se observó al determinar sus fuentes teóricas y el instrumentario existencialista, fenomenológico, marxista, historicista, etcétera, es utilizado indistintamente en los análisis, pero el móvil principal de sus reflexiones es cómo alcanzar un status superior para el hombre de estas tierras marginadas, y no tanto el problema de su esencia. Indudablemente la filosofía de la liberación ha desempeñado un papel concientizador al denunciar a todas las calamidades que subhumanizan al hombre latinoamericano”(43 ). Además se elaboró una clasificación de algunas de las principales posiciones de las distintas tendencias que se aprecian en el seno de esta corriente actual de la filosofía latinoamericana.
Los estudios sobre la filosofía de la liberación obligaron a profundizar el conocimiento sobre las características de la evolución del pensamiento marxista latinoamericano. También la confrontación del marxismo con otras corrientes motivó algunos intereses específicos para profundizar en la cuestión. Con ese objetivo surgieron los libros de Pablo Guadarrama Marxismo y antimarxismo en América Latina ( 1990 ) , América Latina: Marxismo y posmodernidad.(1994) y Humanismo y autenticidad en el pensamiento latinoamericano. (1997).
Entre 1991 y 1995 el grupo desarrolló la investigación Autenticidad del pensamiento marxista en América Latina, aun en fase de edición, aunque algunos de sus resultados han sido parcialmente publicados. (44) Este trabajo condujo al grupo a analizar el impacto de la crisis del socialismo real y del marxismo en el tratamiento de algunos problemas teóricos por parte algunos representantes de la intelectualidad de izquierda en esta región.
En la actualidad ese grupo emprende la tarea de dar continuidad a los estudios sobre el pensamiento filosófico cubano, especialmente del marxista, durante las últimas décadas del siglo XX.
La animación del interés por el tema de la
filosofía latinoamericana a partir de los ochenta se expresó en la realización
en 1986 de un congreso nacional dedicado
al tema en el Instituto de Filosofía de
A continuación en 1987 se desarrolló en
También en dicha universidad en noviembre de 1994 se organizó el I Taller de Pensamiento Cubano . Este evento reunió a especialistas de diversas disciplinas que debatieron sobre las líneas ideológicas del pensamiento cubano en el contexto latinoamericano, las principales etapas y representantes del pensamiento cubano, el pensamiento marxista en nuestra identidad nacional y otros temas (46). En noviembre de 1995 se efectuó el segundo y en el se abordaron las cuestiones referidas a conciencia histórica y compromiso social en el pensamiento cubano, ruptura y continuidad en la evolución de las ideas en Cuba, así como el lugar del marxismo en el humanismo y la autenticidad del pensamiento latinoamericano. Y en enero de 1998 se desarrolló el III Taller dedicado al centenario de la guerra hispano-cubano-norteamericana del 1898 y su significación en el pensamiento cubano, así como la articulación entre conciencia histórica y praxis social en esta centuria de la vida político social y cultural cubana.
Durante los años setenta e inicios de los
ochenta era frecuente la presencia cubana en congresos de filosofía que se
efectuaban en
A partir de los años ochenta se incrementó considerablemente la participación de profesores e investigadores de universidades y otras instituciones cubanas en congresos filosóficos en América Latina y en Europa Occidental.
A la vez paulatinamente se incrementó la visita de filósofos latinoamericanos que se han destacado por sus trabajos referidos a la filosofía latinoamericana , entre ellos Leopoldo Zea, Arturo Andrés Roig, Enrique Dussel, Gabriel Vargas Lozano, Horacio Cerutti, Ricaurte Soler, León Olivé, Mario Bunge, Alejandro Serrano Caldera, Hugo Biagini, Rubén Jaramillo, José Rafael Nuñez Tenorio, entre otros . Las intervenciones de estos investigadores en congresos, conferencias, etc. han contribuido significativamente a la motivación del ambiente intelectual cubano por este tipo de estudios.
La participación de investigadores cubanos y extranjeros dedicados a estos temas han motivado el creciente intercambio con colegas de otros países. A la vez no se debe ignorar los estudios que sobre la filosofía en Cuba en estos años han desarrollados investigadores extranjeros como el Oleg Ternevoi, cuyo libro La filosofía en Cuba (1790-1878), publicado en este país en 1981 constituye una obra de necesaria referencia.
Otros investigadores de la ilustración cubana como Adalbert Dessau, Birgit Gerstenberg, así como los numerosos estudiosos del pensamiento martiano que harían extensa su simple mención. Evidentemente la dedicación de estos investigadores a tales estudios constituyen otro aval de la riqueza intelectual del pensamiento filosófico cubano.
Resultaría muy extenso hacer referencia a todos los congresos, conferencias, libros y artículos que en las dos últimas décadas han abordado en Cuba la historia de las ideas filosóficas en “Nuestra América”. Pero sí resulta imprescindible en el presente análisis precisar algunos de los rasgos de este tipo de investigación durante las últimas décadas de este siglo.
La mayor parte de estos estudios en un inicio han pretendido ser una adecuada aplicación de la teoría marxista leninista a las circunstancias históricas latinoamericanas. Tal criterio ha partido del supuesto que el marxismo-leninismo descubrió las leyes generales a través de las cuales discurren básicamente las ideas filosóficas en su historia, - entre otras, la lucha entre el materialismo y el idealismo, entre concepciones dialécticas y metafísicas y entre las posturas reaccionarias y progresistas en el desarrollo social-, por tanto solo se trataba de apreciar como se han revelado estas leyes en el contexto latinoamericano.
El hecho de que objetivamente existan tales regularidades, junto a muchas otras, en la evolución histórica de las ideas filosóficas no justifica que hayan sido frecuentes algunos enfoques simplificadores de la cuestión que han desfigurado algunas formas específicas de la filosofía latinoamericana en su desarrollo histórico.
Durante algún tiempo se extendió el criterio de que al considerarse la filosofía marxista-leninista el nivel superior de toda la historia universal de la filosofía, que contenía en sí una exclusiva científica respuesta para todas y cada una de las cuestiones medulares del saber filosófico, entonces la validez de las ideas de los restantes filósofos estaría en dependencia del mayor o menor grado de aproximación a esta filosofía.
En algunos casos se ha tratado de insistir
en los elementos materialistas, ateos, anticlericales, dialécticos,
revolucionarios, progresistas, etc., de algunos pensadores cubanos
que puedan ser considerados antecedentes
de la concepción marxista y de la ideología de
Aunque en algunos pensadores latinoamericanos realmente existen elementos avanzados en el plano ontológico, epistemológico, axiológico, ideológico, etc. no es menos cierto que en ocasiones interpretaciones forzadas han atentado contra la objetividad de los análisis.
La constante búsqueda de contradicciones en el pensamiento de algunos de los representantes de la filosofía latinoamericana no ha sido más que el producto de la imposición de determinados esquemas de análisis. Cuando los autores en cuestión no se han correspondido con dichos enfoques preelaborados ha sido considerados contradictorios, insuficientes, etc.
Pudiera apreciarse que durante un tiempo prevaleció un criterio teleológico en cuanto al estudio de la evolución de la filosofía latinoamericana.
A partir de la falsa idea de que todos los caminos conducen a Roma, se pensaba que todos los pensadores en la historia universal de la filosofía desde la antigüedad hasta nuestros días debían ser evaluados por su proximidad o distancia de las ideas de los clásicos del marxismo-leninismo, aun cuando no siempre estos se pronunciaron sobre todas y cada una de las cuestiones abordadas por el resto de los filósofos.
Este enfoque comparativo basado en el principi autoritatis forzaba a continuamente hacer referencia a frecuentes citas de dichos clásicos, o en su defecto algún filosofo soviético reconocido que dejara marcado los puntos de referencias que indicaban los límites de la verdad y la falsedad.
El enfoque maniqueísta que prevaleció en esa época llevaba a considerar que a los filósofos latinoamericanos, al igual que a los del resto del mundo, había que encuadrarlos en dos bandos: materialistas o idealistas, dialécticos o metafísicos, progresistas o reaccionarios, etc.
La mayoría de los pensadores latinoamericanos, -con la excepción de los de ideas socialistas que siempre han sido menos-, eran considerados dentro de la tradición del pensamiento burgués. Tal enfoque dicotómico implicaba observarlos con alguna prevención e insistir en sus limitaciones ideológicas además de su distancia de la única concepción verdaderamente científica del mundo. Indudablemente estos criterios afectaron parcialmente la comprensión de la especificidad y el valor de las ideas de algunos representantes de la filosofía en Cuba y Latinoamérica.
Afortunadamente este tipo de enfoque aunque predominó bastante, y aun no ha desaparecido del todo, fue gradualmente superado en la misma medida en que se profundizó en el conocimiento de las particularidades del pensamiento filosófico latinoamericano.
Una vez que comenzó a apreciarse que el desarrollo de la filosofía en cualquier parte del mundo no puede limitarse a diferenciar lo blanco de lo negro y que existen diversas tonalidades de grises, la valoración de la herencia filosófica cubana y latinoamericana se ha hecho mucho mejor pues ha contado con mayores elementos de objetividad.
Ha sido común caracterizar a los pensadores latinoamericanos como cultivadores de un humanismo abstracto que en cierto modo descalifica sus ideas. No siempre se ha tenido presente de forma adecuada los diversos grados de concreción que en circunstancias distintas han sido propias de estos hombres, quienes se han enfrentado a diversas formas de alienación en las diferentes épocas que les ha correspondido vivir.
Las investigaciones en el terreno de la ética en el país aunque tomaron auge como se expresa en múltiples publicaciones no le dedicaron inicialmente un capítulo aparte como luego se podría observar en algunos estudios sobre las ideas éticas de algunos pensadores latinoamericanos.
No ha sucedido lo mismo con el estudio de las ideas estéticas en Latinoamérica. El hecho de contar América Latina con una riqueza extraordinaria en su producción literaria y artística ha incidido en que su análisis estético haya proliferado en Cuba, aunque no siempre realizado por los filósofos de profesión. Han sido con mayor frecuencia por profesores de literatura y arte latinoamericanos quienes han aportado valiosos estudios sobre el tema. Los análisis de la identidad cultural latinoamericana han motivado reflexiones filosóficas en Roberto Fernández Retamar, Armando Hart, Enrique Ubieta, entre otros. Este último además de su libro Ensayos de identidad (1993), se ha dedicado al estudio de otras personalidades y problemas del pensamiento cuban, y especialmente a la obra de José Martí. El tema de la identidad cultural latinoamericana ha sido cada vez más frecuente motivo de análisis filosófico como puede apreciarse en el libro La polémica sobre la identidad (1997) de Georgina Alfonso, Emilio Ichikawa. Miguel Rojas y Sergio Valdés.
El estudio de los problemas axiológicos en el pensamiento latinoamericano no ocuparon la mayor atención hasta fines de los setenta. A partir de entonces, el hecho que en el seno de la propia filosofía marxista este tema tomara cierto interés incidió favorablemente en que se orientara también la mirada hacia el ámbito latinoamericano, como se observó en los últimos trabajos de Zayra Rodríguez, y posteriormente en los de José Ramón Fabelo, en su libro Práctica, conocimiento y valoración (1989) y América Pérez, quienes se han dedicado a la revalorización del pensamiento axiológico latinoamericano, especialmente de Risieri Frondizi, Eduardo García Maynez, etc..
Algo
similar sucedió con las investigaciones sobre el desarrollo de la filosofía de la ciencia en América Latina. Con
la constitución en
En el caso de la filosofía analítica no ha encontrado en Cuba una significativa recepción por múltiples factores que demandan un estudio especial.
Las investigaciones sobre la influencia de algunas corrientes del pensamiento norteamericano en Cuba, como es el caso del pragmatismo, han sido también atendidas, en proporción a la limitada magnitud que estas ideas tuvieron en la primera mitad del siglo XX cubano.
Sin embargo los estudios sobre la huella de la fenomenología y el existencialismo en Cuba o en América Latina han sido escasos, del mismo modo que sobre los cultivadores de otras corrientes de la filosofía contemporánea, como el historicismo, el vitalismo, el neokantismo, etc.
El análisis sobre los problemas metodológicos que implican las investigaciones sobre la historia de la filosofía en América Latina no ha constituido una preocupación de amplia magnitud, aunque existen algunos análisis dedicados al tema, especialmente a la cuestión de las periodizaciones 47)Sin embargo, las cuestiones relacionadas con su originalidad y autenticidad (48) - que tanto han preocupado a investigadores de otros países de la región no ha sido tan común en Cuba.
Tal vez aquel criterio según el cual el marxismo-leninismo poseía su instrumentario metodológico tan correctamente elaborado por lo que solo se trataba de una adecuada aplicación al pensamiento latinoamericano, incidió en que no se le dedicara mayor atención al asunto. Otros factores, que requerirán investigación aparte, también pudieron haber incidido en esa relativo descuido de los estudios sobre el pensamiento filosófico cubano y latinoamericano
El tema del pensamiento religioso cubano
y latinoamericano durante la década del
sesenta y el setenta tampoco ocupó el lugar que posteriormente alcanzaría entre
los investigadores de este país. La conflictiva relación inicial de la iglesia
católica, con el rumbo de
En esa labor de investigación sobre las ideas religiosas se destaca Jorge Ramírez Calzadilla y el Departamento de Estudios Socioreligiosos del Ministerio de Ciencia , Tecnología y Medio Ambiente en lo que a la problemática filosófica, psicológica y sociológica se refiere. Los estudios de carácter histórico han encontrado cultivadores en Enrique López Oliva y otros investigadores.
El auge de la teología de la liberación en América Latina incidió favorablemente en el auge de estos estudios en Cuba .
A
partir de los ochenta tanto en las universidades y tras instituciones
científicas y docentes como en algunos
seminarios religiosos se ha evidenciado mayor interés por la herencia
filosófica nacional y latinoamericana.
Esto puede apreciarse en los trabajos de
Rafael Cepeda, quien ha estudiado el pensamiento de Manuel Sanguily y Lo
ético cristiano en la obra de José Martí (1992); Reinerio Arce, en su libro Religión: poesía
del mundo venidero. Implicaciones teol[ogicas en la obra de José Martí
(1996): Adolfo Ham,
quien ha investigado sobre las ideas filosóficas y teológicas de José de
Un lugar especial han ocupado en los últimos años las tesis doctorales sobre las ideas filosóficas de José Martí, entre ellas se encuentran las de Adalberto Ronda, José Antonio Escalona, Ordenel Heredia y otros investigadores.
No es posible tampoco ignorar los valiosos
estudios que sobre el pensamiento político cubano y latinoamericano han
desarrollado numerosos historiadores cubanos, cuyas investigaciones por lo
regular trascienden su disciplina y se adentran en múltiples problemas de raíz
filosófica. Este es el caso de los trabajos de Sergio Aguirre sobre las
actitudes ideológicas de la burguesía cubana, Alberto Prieto sobre Bolívar y
otros próceres latinoamericanos , y Eduardo
Torres-Cuevas sobre La polémica de la
esclavitud José Antonio Saco. (1984), Antonio Maceo, las ideas que
sostiene el arma (1995), Félix Varela, los orígenes de la ciencia y la
con-ciencia cubanas (1995), así como los de Jorge Ibarra, Sergio Guerra,
Pedro Pablo Rodríguez, Oscar Loyola y otros historiadores sobre José Martí y
otros pensadores latinoamericanos. Gabino de
En la actualidad los estudios académicos en
Cuba sobre el pensamiento filosófico cubano y en especial su significado en la filosofía latinoamericana se han incrementado considerablemente. Además
de los proyectos de investigación que ejecutan los grupos constituidos, se desarrollan cursos de maestrías y estudios
de doctorados en
En otros centros de educación
superior del país como los institutos
superiores pedagógicos de
Objeto de especial análisis ha sido el pensamiento de Ernesto Che Guevara, en sus múltiples aspectos económico, político, ético, etc. labor esta que se intensificó durante 1997 con motivo del treinta aniversario de su muerte (49). De la misma forma en etapa más reciente también el pensamiento de Fidel Castro, Carlos Rafael Rodríguez, Raúl Roa, y otras personalidades de la cultura y la vida política nacional de actualidad son objeto de varias investigaciones en esos y otros planos.
La toma de conciencia de la significación especial de mantener el cultivo de las ideas marxistas y leninistas en condiciones internacionales tan adversas para el socialismo, en la actualidad ha motivado un incremento en las reflexiones sobre las particularidades del marxismo en Cuba. Los nuevos textos docentes para las asignaturas de filosofía han incorporado (50) referencias específicas a pensadores cubanos y latinoamericanos, lo que no era tan común en la etapa anterior.
Algunas personalidades del pensamiento marxista en América Latina, como José Carlos Mariátegui, especialmente con motivo del centenario de su nacimiento, han dado lugar a congresos y publicaciones sobre este tema en los que otros investigadores cubanos como Joaquín Santana., quien dedicó una investigación al pensador peruano, Jorge Luis Acanda , -quien escribió su tesis doctoral sobre la obra de Adolfo Sánchez Vázquez- Xiomara García que anteriormente estudió las ideas filosóficas de Medardo Vitier y posteriormente la filosofía de la praxis en Sánchez Vázquez, también participaron en estos eventos dedicados al Amauta.
La cuestión de la crisis del marxismo -que durante algún tiempo encontró cierta resistencia a su admisión en determinados círculos- se ha convertido en objeto frecuente de reflexión con la profundidad y amplitud que merece el problema.
La oxigenación en los debates sobre la crisis teórica de la filosofía marxista han contribuido de algún modo a una mejor comprensión de las actitudes de algunos marxistas en América Latina -como en otras partes del mundo-, durante la época del “socialismo real” que no eran tan apreciados entonces debido a sus posturas heterodoxas respecto al pensamiento filosófico soviético.
Existe plena conciencia del papel de la intelectualidad cubana en las circunstancias actuales respecto a esta conflictiva cuestión. Indudablemente, también en el seno de esta se han producido desafecciones y renegados del marxismo, pero en ningún caso con la magnitud que se ha apreciado en otras latitudes, especialmente en los otrora países socialistas. A la vez se ha estado muy al tanto de los debates que sobre este asunto se han desarrollado últimamente en el resto de los países latinoamericanos y en otras partes del mundo.
Finalmente, se puede llegar a la conclusión de que en el estudio en Cuba del pensamiento filosófico cubano y latinoamericano en esta segunda mitad del siglo XX se han alcanzado logros significativos.
Se ha llegado a la comprensión de que la filosofía en los países de “nuestra América” no ha consistido en una simple copia del pensamiento europeo. La mayoría de los auténticos pensadores latinoamericanos se han situado en su circunstancia nutriéndose de lo mejor de la herencia filosófica universal y la han enriquecido con reflexiones propias que se han correspondido con las exigencias epistémicas, axiológicas e ideológicas de su época específica.
Los investigadores cubanos de la filosofía latinoamericana no han emprendido su misión con la intención premeditada de descubrir a algún pensador de estas tierras que revolucione y supere todas las concepciones filosóficas de su momento. Sus puntos de partida no han sido complejos de superioridad, pero tampoco de inferioridad intelectual. Solo han aspirado, y en cierto modo lo han logrado, determinar algunos de los rasgos que permiten considerar a nuestros filósofos, activos participantes de la cultura occidental y por tanto de toda la cultura humana, que han sabido plantear los problemas a tono con los conocimientos científicos y filosóficos de su época y en función de cumplir misiones desalienadoras y humanistas, lo más concretas y prácticas de acuerdo a sus posibilidades históricas.
Por tal motivo se ha llegado a la conclusión de que la filosofía en América Latina ha sido y tendrá que ser, como la concibieron Alberdi y tantos otros pensadores auténticos, eminentemente política y social, porque de otro modo no se explicaría que haya desplegado en ciertas ocasiones el papel de fermentadora ideológica de múltiples transformaciones necesarias.
Eso no significa que todos los filósofos latinoamericanos hayan desempeñado ese rol. También en su repertorio se inscriben personalidades de no menor talla intelectual, pero que no pusieron su pensamiento en función de tales objetivos.
Algunos han pensado de forma equivocada que la misión de la filosofía concluye en el umbral de la cátedra o en las páginas de un libro, por lo que consideran que su máxima y exclusiva misión es formar a nuevos filósofos para que sigan reproduciendo la labor eminentemente hermenéutica de sus maestros.
Otros, algo más realistas, pero no por eso menos equivocados honestamente han pensado y tratado por todos los medios de argumentar que la salida de los pueblos latinoamericanos ha consistido en reproducir al dedillo los modelos de organización sociopolítica y económica de los países capitalistas desarrollados, así como los sistemas de pensamiento que los han fundamentado, sin percatarse de la imposibilidad histórica de tales procedimientos.
La diferenciación de actitudes y concepciones ha permitido precisar cuales se inscriben en la mejor expresión de la herencia filosófica y cultural latinoamericana. Esto ha posibilitado delimitar líneas y corrientes de pensamiento, a la vez que determinar la forma en que nuestros pensadores han roto con esquemas de clasificación usuales propias de otros contextos.
Se ha arribado a la conclusión de que la producción filosófica latinoamericana no se caracteriza por la elaboración de grandes sistemas integrales y compendiadores, como acostumbran otras tradiciones de pensamiento, especialmente el alemán, lo que ha dado lugar incorrectamente a que sea considerado el modo de filosofar por excelencia.
Pero el hecho de que las ideas de los filósofos latinoamericanos no se expresen a través de elaborados sistemas armónicos no significa que esté ausente en ellos el imprescindible enfoque sistémico que es inherente a todo saber filosófico. Del mismo modo, la utilización del ensayo como una de las vías fundamentales de elaboración del discurso filosófico, no demerita en nada el valor de la riqueza intelectual de la filosofía latinoamericana y a la vez le concede el valor estético que presupone este tipo de expresión discursiva.
Por tal razón, la búsqueda de la producción filosófica latinoamericana no se ha reducido ni se puede limitar a aquellos que profesionalmente son considerados filósofos, por sus estudios realizados o por la labor docente o investigativa desarrollada. El criterio de determinación de la existencia de saber filosófico ha tenido y tendrá que ser siempre mucho más amplio y tendrá que ser hurgado entre múltiples profesiones y manifestaciones de la cultura latinoamericana.
Se ha verificado que Cuba ha contando con una honorable trayectoria en su pensamiento filosófico dentro del concierto latinoamericano. Sin embargo, la misma ha tenido momentos de gran producción y otros de relativo decaimiento. Esos ascensos y descensos han guardado relación con el desarrollo universal de la filosofía, pero en especial con la vida filosófica latinoamericana , de la cual Cuba, en última instancia, también forma parte. A pesar de los intentos por aislar a este pueblo de su comunidad cultural natural , - a la cual se plegaron inicialmente algunos gobiernos de la región - esto no pudo lograrse.
Toda época revolucionaria produce necesarias aceleraciones en la vida social del país que la vive, pero también justificados e injustificados retrocesos. Ninguna revolución puede impulsar de manera uniforme todas las ideas y objetivos que la inspiran. Las prioridades de la vida política, ideológica, económica, etc. siempre dejan sentir su efecto en el ambiente académico y cultural. Cualquier proceso revolucionario como el sol tiene manchas y hay quienes lamentablemente sólo se detiene a precisar el contorno y la dimensión de las mismas, aun cuando les distorsione la mirada el poderoso efecto de la luz.
Los estudios en Cuba sobre el pensamiento cubano y la filosofía latinoamericana durante esta segunda mitad del siglo XX, etapa de la cultura cubana marcada básicamente por su Revolución, no solo dieron continuidad a los valiosas investigaciones de generaciones anteriores, sino que se han elevado a un nivel superior.
La justa valoración de tal proceso de superación le corresponderá a los nuevos investigadores del siglo XXI. Pero los actuales tienen el deber inexcusable de emitir su juicio, aun cuando siempre serán criticados, en este caso por la incómoda postura de ser obligatoriamente juez y parte, con la necesaria cuota de subjetivismo que siempre imponen tales circunstancias. Sin embargo, las investigaciones futuras agradecerán mucho más el pronunciamiento culpable que el silencio cómplice.
Un revolucionario pensador del siglo XIX - cuyo espectro no descansó en el XX y no parece dispuesto a descansar en los próximos- consideraba con razón que “así como no se juzga a un individuo por la idea que el tenga de sí mismo, tampoco se puede juzgar tal época de revolución por la conciencia de sí misma” (51). Pero este siglo de revoluciones, unas fracasadas y otras victoriosas, también con no menos razón enseña que la objetividad en la valoración, lo mismo de un individuo que de una revolución, no puede lograrse considerando solamente lo que piensan los demás, e ignorando lo que piensan de sí mismos.
La filosofía en Cuba hace mucho tiempo que llegó a su plena madurez porque admitió el ejercicio de la crítica - en tanto filosofía, y no teología- , como la premisa indispensable de todo saber filosófico. Cualquier intento por penetrar en este reino del saber presupone asumir los riesgos comunes a todo conquistador.
Referencias bibliográficas:
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enseñanza filosófica en el siglo XVIII
en
2. Véase: Guadarrama, P, “La filosofía en Las Antillas bajo la
dominación española” en Marquínez Argote, G. y Beuchot, M (Editores). La
filosofía en
3. Después de formular algunas de las principales
ideas de José de
4. Miró Quesada, F. Despertar y proyecto del filosofar latinoamericano. FCE. México. 1974. P. 13.
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7. Mañach, J. “El problema de los valores”:Bohemia.
8. Masó Fernández, F. “Ortega y la filosofía
americana”. Revista Cubana de Filosofía.
9. “El Congreso Interamericano de Filosofía”, Revista Cubana de Filosofía.
10. “No podemos desdeñar que la filosofía
romántica del siglo XIX buscó la
conexión más con el arte y con la
religión que con la ciencia mecanicista y matematizante. Y aunque no puede convertirse
en paradigma de sana filosofía, una filosofía meramente literaria, ni tomar los
elementos de romanticismo del pasado siglo como fundamentos definitivos para una nueva concepción de la existencia,
hemos de destacar debidamente la significación positiva que puede implicar para
las nuevas corrientes de pensamiento esa tendencia esteticista y emocional de
nuestros pueblos”, García Bárcena, R. “Coyuntura histórica para una filosofía
latinoamericana”. Revista Cubana de Filosofía.
11. .Agramonte, R. “Prefacio a la filosofía
cubana” .Revista Cubana de Filosofía.
12. García Bárcena. R. “Homenaje al maestro”. Revista
Cubana de Filosofía.
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Cubana de Filosofía.
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filosófica cubana”. Revista Cubana de Filosofía.
15. García Tudurí, R. “Influencia de Descartes en Varela”. Revista
Cubana de Filosofía.
16. Marinello, J. “El pensamiento de Martí y
nuestra Revolución Socialista” Cuba
Socialista.
17. Fernández Retamar, R. “
Martí en su (tercer) mundo”. Cuba Socialista.
18. Idem. P. 58.
19. Portuondo, J.A. “Hacia una nueva historia de Cuba”. Cuba Socialista. Año III. N. 24. Agosto. 1963. p. 36.
20. Portuondo, J. A. Crítica de la época y otros ensayos. Universidad Central de Las Villas. Santa Clara. 1965. P. 127.
21. En los últimos años han aparecido numerosos
trabajos que demuestran el interés por profundizar en la cuestión de las particularidades
del pensamiento marxista cubano de la etapa revolucionaria. Véase entre otros:
Monal, I. “La huella y la fragua: el marxismo, Cuba y el fin de siglo”;
Martínez, F. “Izquierda y marxismo en Cuba”; “Santana,J. “Algunos problemas de
la filosofía marxista y su enseñanza”; Alonso,A. “Marxismo y espacio de debate
en
22. Torriente, L, de la. Introducción
. Obras.José Manuel Mestre. Biblioteca de Autores Cubanos. Universidad de
23. Marinello,J. “Cuba: Pueblo y cultura”. (1963).Obras.Cuba;
Cultura. Letras Cubanas.
24. “En Cuba no existe todavía una Escuela o Facultad de Filosofía. Es muy reciente
el proceso de tránsito de la sociedad semicolonial a la sociedad socialista en
desarrollo, y fueron muy limitados los
cuadros intelectuales cubanos con formación marxista durante la etapa de lucha.
Una Escuela o Facultad de Filosofía no se puede improvisar, ni sus cuadros
pueden ser trasladados de otros países al nuestro.” García Galló, G.J. “La formación de cuadros científicos y técnicos en Cuba”. Islas. Revista de
25. Rodríguez Solveira, M. “Breve reseña del XIII Congreso Internacional de Filosofía” Cuba Socialista. Año III. N. 27. Nov. 1963. p.131.
26. “En
el marxismo, cuatro parecen ser los pilares fundamentales que sostienen el resto de su complejo andamiaje: 1) el
materialismo filosófico sustentado en la perspectiva histórico-social; 2) la
comprensión dialéctica del mundo; 3)el humanismo en su
pretensión concreta de realización del ideal comunista y 4) el carácter
práctico-revolucionario de sus proyecciones en todos los planos de la vida
social. Cada una de estas columnas no se sostienen a su vez por sí mismas, sino
que exigen de un permanente apuntalamiento por parte de los complejos arquitrabes
que, al igual que el núcleo duro en general , no pueden ser esbozados de
una vez y por todas.” Guadarrama, P. “El núcleo du ro de la teoría
marxista y su afectación por la crisis del socialismo”. Colectivo de autores. El
derrumbe del modelo eurosoviético. Una visión desde Cuba. Editorial Félix
Varela.
27. Vitier, M. Valoraciones. Universidad Central de Las Villas. Santa Clara. 1961.t. II. p. 16.
28. Véase: Monal, I. “Tres filósofos del
centenario”. Revista Universidad de
29. Monal, I. Las Ideas en América Latina. Casa de las Américas.
30. Carpentier,A. “Informe al congreso” Casa de Las Américas. Año II. N. 9. Septiembre-octubre 1961. p.18.
31. Véase: Guadarrama,P. “Humanismo práctico y deslienación en José Martí” en José Martí 1895-1995. Literatura, política, Filosofía, Estética. Lateinamerika Studien. Universitat Erlangen-Nurnberg. N. 10. 1994.
32. Rodríguez, C.R. Letra con filo. Editorial Ciencias Sociales.
33. Vitier, C. Ese sol del mundo moral. Ediciones
UNION.
34. “Quizás un estudio de la evolución de las
ideas éticas en Cuba desde el P. José A. Caballero nos daría más de un
argumento para ver, si no una total continuidad, por lo menos un cierto énfasis
común en algunas cuestiones; énfases que va adquiriendo precisión y hondura con
el cambio de la realidad colonial. En este sentido, e independientemente del
hecho de que, por su inserción social, Martí es portador de sentimientos y
pensamientos más penetrantes que todos los cubanos precedentes”. Le Riverend, J.
“Martí: ética y acción revolucionaria”. En Anuario Martiano. Biblioteca Nacional de Cuba.
35. Hart, A. Perfiles. Figuras Cubanas. Ediciones CREART.
36. Véase: Mendoza, R. “El anarquismo en Cuba” Tesis Doctoral. Universidad Central de Las Villas. Santa Clara. 1987.
37. Véase: Rivero Muñiz, J. “Los prolegómenos
del socialismo en Cuba”. Cuba Socialista. n. 7.
38. “El, como otros revolucionarios demócratas
de su época no alcanzó a interpretar el
socialismo científico de Carlos Marx (1818-1883), mientras que sí intento
conjugar su ideología socialista con el pensamiento martiano, al realzar la
participación del pueblo trabajador en la guerra anticolonial y en los fines de
conseguir un sistema social más justo en la joven república” Toro, C, del. “Diego
Vicente Tejera: vida y obra” en Tejera, D.V. Textos escogidos. Editorial Ciencias Sociales.
39. Véase: García Angulo.J. “Ricardo García Garófalo? Primer marxista de Cuba? .Vanguardia Santa Clara. 10 de agosto de 1989.p. 2.
40. Véase: Guadarrama, P: “El positivismo
comtiano de Andrés Poey" en Islas. #72. l982. p.61-84; "El
positivismo de Enrique José Varona".en Islas. Revista de
41. Rodríguez Ugidos, Z. Obras. Editorial Ciencias Sociales.
42. Véase: Rivero,D;. Rojas,I; Rensoli,L; Fleites,M y Guadarrama,P. “El positivismo y el materialismo científico natural en Latinoamérica”. En La filosofía México Siglo XX. I. Aproximaciones. Universidad Autónoma de Tlaxcala. 1988. P. 25-28.
43. Colectivo de autores dirigido por P. Guadarrama. “La filosofía latinoamericana de la liberación” en La filosofía en América Latina. Editorial El buho.Bogotá. 1993. P. 317.
44. Véase: Guadarrama,P.
“Humanismo y socialismo en la óptica del pensamiento marxista latinoamericano” Contracorriente.
45. Las memorias de estos simposios han sido publicadas en la revista Islas, de
46. Véase: Memorias del Taller de
Pensamiento Cubano. Historia y destino. Universidad central de las Villas. 9-11
noviembre de 1994. Ediciones CREART.
47. Entre algunas de las periodizaciones del
pensamiento cubano y latinoamericano se encuentran: Gómez, C. Y Rodríguez,R. “Algunas consideraciones acerca de la periodización de
la historia de la filosofía en Cuba”, Revista Cubana de Ciencias Sociales.
48. Véase: Colectivo de autores. Pensar al
Che. Centros de Estudios sobre América,. Editorial
José Martí.
49. “En la historia universal una filosofía ha sido original y auténtica
cuando no ha planteado simplemente ideas
nueva, sino cuando estas se han correspondido con las exigencias históricas de
su momento en los diferentes planos, esto es, sociopolítico, económico,
ideológico, científico” Guadarrama. P. Valoraciones sobre el pensamiento
filosófico cubano y latinoamericano.
50. Véase: Colectivo de Autores: Lecciones
de filosofía marxista-leninista. Editorial
Félix Varela.
51. Marx,C. Contribución
a la crítica de la economía política. . Editora Política.
Pablo Guadarrama González (1949)
Académico Titular de
Doctor en Ciencias (Cuba) y Doctor
en Filosofía (Leipzig). Profesor Titular de